"El San Roque de mi infancia"

Cuando a mis padres se les quemó la casa de Navaleno, se fueron a unos días a Santander, solos, sin mis hermanos mayores -de los que nunca se habían separado- para despejarse del disgusto, de la pena profunda y del olor a quemado... se instalaron en la casita de madera en la que vivían mis tíos, en el Barrio Pesquero. Y les gustó la ciudad, que como ellos, se reponía lentamente del incendio del 41.




Y se instalaron en el Alta, y comenzaron una nueva vida. Yo nací con el San Roque en casa, lo habían encargado, supongo que en la librería La Religiosa, llena de las imágenes más inverosímiles... el que lo hizo, se documentó en el asunto de la peste, del perro... pero le hizo una cara dulce de Jesucristo que a mis padres nunca les convenció.




Este año, bailé al San Roque de Hontoria, el de verdad, al que he bailado desde moza, siempre sudando... y fotografié al San Roque de Navaleno, al que solo los hombres tienen el privilegio (aún no discutido) de bailar. Ambos, más toscos me asustaban cuando era chica.

1 comentario:

Almudena dijo...

Bonita, y triste a la vez, tu historia.

Me recordaste a mi abuela. En frente de casa hay un monte con una ermita que tiene una imagen de San Roque. Cuando mi abuela nos prometía algo que no iba a cumplir pero lo prometía para que la dejásemos en paz, decía aquello de "Cuando S, Roque baje el dedo...que le tiene de madera". De niña pasé muchos años pendiente del dedo del santo jajaja.

Besucos